miércoles, 2 de noviembre de 2011

Con el debido respeto

Por azares del destino el día de ayer la vida me llevó a una bodega en la cual tenía que verificar la cantidad de unas mercancías para que más tarde fuesen trasladadas a otro sitio.

La sorpresa fue grande cuando abrí la primera de dos cajas, y me di cuenta que en su contenido había unos cuantos cientos de videojuegos y un par de decenas de consolas.


No es una imagen del evento que relato. TAGS:videojuegos

Pues bien, la tarea fue contar uno por uno cada juego y cada consola, revisando folletos, manuales y accesorios. Así encontramos consolas de de las tres grandes casas de videojuegos. Y muchos, pero muchos discos de juegos y tarjetas de DS. Todos desordenados y revueltos.

Conté pieza por pieza de los juegos, concluyendo la parte esencial de la actividad; luego, los separé, Xbox y 360 de un lado, los de Nintendo DS por otro lado, los de Game Cube, Game Boy Advance y los de Play Station cada uno en su respectivo conjunto.

En esas estaba agrupando discos de la serie "Player's Choice" del Game Cube, cuando un compañero me dijo:

-"Oye, no es necesario ordenarlos, si ya los contamos ya podemos dar por concluida la actividad".

Yo, únicamente me limité a contestarle, "hay que ordenarlos como se merecen". A lo que continué con mi actividad mientras mi compañero se retiraba del pequeño y caluroso cuarto donde nos encontrábamos.

Al poco tiempo, llegó el camión con la gente que retiraría las cajas, al ver el contenido y la cantidad de artículos, uno de ellos comentó: "es una lástima, que todo esto deba ser destruido". Rápidamente tomaron las cajas, las pusieron en el interior del camión, lo cerraron y se retiraron de la bodega para llevarlos a su Destino Final.

Así, se fueron una gran cantidad de pequeños estuches con juegos y consolas que no lograron el cometido de su fabricación, y que nunca podrán estar en manos de un jugador para darle a éste esos momentos de entretenimiento para lo que fueron concebidos.

Dentro de mi conciencia de videojugador, al menos, me quedó la sensación de que les regresé, en forma muy humilde, la dignidad de clasificarlos en orden, tal como hubieran sido acomodados al llegar al anaquel de una tienda minorista para ser exhibidos ante quienes hubieran sido sus posibles compradores.

A lo lejos me despedí de ellos... con el debido respeto.

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